Everest-1924
En 1924 y con la jefatura del General Charles G. Bruse, secundado por el comandante E. F. Norton los ingleses intentaron por tercera vez al Everest. Los integrantes eran Somervell, Mallory, Beetham, Hazzard, Odell y Andrew Irvine, un joven de apenas 22 años. El más experimentado era George Leight Mallory considerado el mejor alpinista británico de la época y que había estado en los intentos anteriores.
El Cerro Torre, en la Patagonia argentina, era considerada una de las montañas más difíciles del mundo y por tanto era codiciada por los principales alpinistas de la época. Atrajo por ello al italiano Césare Maestri que, con el austríaco Toni Egger, deciden intentarlo en el verano de 1958/1959.
Del grupo “Las Arañas” de Lecco, Giorgio Spreafico acaba de sacar un libro que analiza en detalle esta polémica: “Enigma Cerro Torre”, recientemente publcado en Italia; todavía no está en castellano.
También Rolo Garibotti publicó en 2004 otro completísimo análisis que explica la polémica sobre la ascenicón de 1959, que se lo encuentra en la web americanalpineclub.org, link "alpine journal", link "artículos".
Nanga Parbat-Rupal-1970
En 1970 estaba virgen la terrorífica cara del Rupal Sur del Nanga Parbat en el Himalaya. Se trataba de una pared de 4500 metros de desnivel de alta dificultad. Dos personajes se unirían y enfrentarían después por la conquista de esta pared. El jefe de la expedición, el Dr. Karl Herrligkoffer, “infatigable y obstinado médico muniqués” que era un hombre muy experimentado en la dirección de expediciones y “la figura más relevante de los años ‘70” el ítalo-germano Reinhold Messner en el que de depositaban grandes esperanzas de vencer la montaña. Se acordó que se anunciara el mal tiempo lanzando desde abajo una bengala roja y en ese caso suspender cualquier tentativa. Si la bengala fuera azul, significaría que las previsiones eran buenas y el asalto debía efectuarse. Lo cierto fue que el tiempo se presentaba bueno y los partes meteorológicos indicaban lo contrario. Se lanzó una bengala roja pero Reinhold no deseaba perder la oportunidad. Junto a su hermano Günther, logran la cumbre venciendo la temida pared. Sin embargo, Günther no estaba entero y propuso bajar por la vertiente del Diamir, del otro lado. Soportaron un vivac y Günther se debilitaba cada vez más. Reinhold buscaba el camino y volvía a ayudar a su hermano y en una de esos pasajes, un alud sepultó a Günther para siempre. Lo buscó durante un día y dos noches y siguió bajando casi como un autómata. Desesperado, agotado, sin alimentos, con varios dedos de los pies congelados y dándose ánimos a sí mismo continuamente en una decidida voluntad de vivir, descendió por el Valle del Diamir, hasta que por fin topó con unos campesinos, los cuales le ayudaron a continuar.Al no regresar los Messner al campamento base, los miembros de la expedición pensaron en dos posibilidades: o habían tomado la arista Sudoeste que les hubiera permitido alcanzar la parte superior del valle del Rupal o habían bajado por la cara del Diamir. El jefe de la expedición envió inmediatamente un equipo al valle superior del Rupal pero nadie había oído hablar de que unos extranjeros hubieran descendido de la montaña. Con respecto al Diamír, las autoridades fueron informadas de que tenían que socorrer a dos sahibs, probablemente en un estado precario. Incluso fue solicitado un helicóptero. El doctor Herrligkoffer decidió levantar el campamento, y la expedición se dirigió a Gilgit. donde finalmente encontraron a Reinhold Messner y se enteraron de toda la historia. Cuando regresaron a Europa, un conflicto público enfrentó al alemán Herrligkoffer y al tirolés Messner. Graves acusaciones fueron sostenidas por Reinhold Messner contra el jefe de la expedición, que se publicaron en los periódicos y, posteriormente, en un libro titulado “La Bengala Roja”. Messner acusaba al doctor Herrligkoffer de no prestar asistencia a personas en peligro; y éste, por su parte, hacía responsable a Reinhold de la muerte de su hermano. El pleito se dirimió ante el Alto Tribunal de Baviera, cuyo fallo prohibió al alpinista tirolés proseguir sus acusaciones y ordenó la retirada de la circulación del libro.
Everest sin oxígeno-1978
El personaje Reinhold Messner vuelve a la polémica al hablar de un nuevo desafío: el Everest sin oxígeno y, en sus argumentaciones, rompe con los límites establecidos. Ante lo técnico hay una postura ética de Messner aunque luego priman la intolerancia y las susceptibilidades en el campo de las conductas humanas. En relación a la montaña lo menciona de este modo: "No escalo montañas por conquistar sus cumbres. Entonces, ¿por qué lo hago? Me coloco en situaciones extremas para conocer mis miedos, mis dudas, mis entusiasmos. Tal aventura queda disminuida tan pronto como el hombre, en su ambición, se sirve de la técnica. La montaña más alta se contrae al contacto de las clavijas, los aparatos de oxígeno y los cientos de porteadores que acompañan al alpinista. Quien hace uso de la botella de oxígeno degrada al Everest a la condición de montaña de seis mil metros". "Una montaña se agota rápidamente si el hombre no usa con moderación los medios técnicos de que dispone, es decir, cuando está más interesado en conquistar la cumbre que en conocerse a sí mismo. Aquel que, en alpinismo, no confía en sus propias fuerzas, por lo que utiliza aparatos y drogas, se engaña a sí mismo, engaña a su propio yo. La mascarilla de oxígeno es como un muro entre el hombre y la naturaleza; es un filtro que impide sensaciones de ensueño". "Las montañas son algo tan elemental que el hombre no tiene el deber ni el derecho de someterlas con los medios que la técnica pone a su alcance. Sólo aquel que se aproxime a ellas con humildad y modestia en la elección de los medios auxiliares, puede experimentar la armonía del mundo. De repente empiezo a acariciar esta idea: subir hasta que la montaña se acabe o caer para no levantarme más". Reinhold Messner y Peter Habeler lograron esta hazaña el 8 de mayo de 1978. Cada uno de ellos publicó un relato de la expedición, Messner el que tituló "Everest sin oxígeno" (Editorial RM, Barcelona, 1979) y Peter Habeler "Victoria en solitario" (Grijalbo, Barcelona, 1981). Sin embargo, a pesar de compartir este logro, surgieron entre ambos importantes diferencias que no volvieron a reconciliarse. Se habían puesto de acuerdo en que si alguno de los dos tenía un problema, el otro continuaría escalando o descendiendo si fuese el caso. Sin embargo, Habeler ayudó a Messner cuando al bajar estaba prácticamente ciego por haber perdido sus antiparras. Que Habeler lo dijera en su libro, molestó a Messner. Ya no volvieron a constituir una cordada y Messner es explícito cuando al final de su libro habla de un nuevo proyecto: el ascenso al K2 y dice que "Habeler no formará parte de la expedición".
Everest-1996
Por encargo de la revista de alpinismo "Outside" de los Estados Unidos, Jon Krakauer viajó a Nepal en marzo de 1996 para sumarse a una expedición guiada al Everest y escribir un artículo sobre el fenómeno de las expediciones comerciales al "techo del mundo". Krakauer llegó a la cumbre pero vivió una verdadera tragedia. Después de la publicación de su artículo, escribió un libro que se llama "Mal de altura" (Ediciones B S.A., Barcelona, 1999). Personalmente creo que, lo apasionante de este libro, no es solo el modo en que Krakauer hace el relato de lo sucedido sino además lo "predecible" que parece su desenlace aún para un lector neófito en cuestiones de alpinismo. Del comentario de la contratapa de la primera edición (marzo de 1999) transcribo: "Mientras Krakauer empezaba el largo y peligroso descenso tras coronar la cima, otros veinte escaladores de su grupo seguían empeñados en alcanzarla sin advertir las nubes que empezaban a cubrir el cielo. Seis horas más tarde y tres mil metros más abajo, Krakauer llegó a su tienda helado y sufriendo alucinaciones por la falta de oxígeno. Seis de sus compañeros no habían regresado. Cinco sucumbieron a la tormenta y a un sexto hubo que amputarle la mano". En "Mal de altura" se describen las circunstancias que provocaron aquella tragedia y Krakauer "arremete contra la ambición de los guías, la inexperiencia de los escaladores y la banalización del montañismo". El periodista, cuestiona seriamente la actitud del guía ruso Anatoli Boukreev de subir sin el empleo de oxígeno artificial llevando clientes. Esto explica que se expusiera a un enorme desgaste, no solo por el esfuerzo sino también por el intenso frío y, en consecuencia, de que bajara rápidamente y antes que sus clientes dejándolos sin protección. En noviembre de 1997 salió a la venta un libro titulado "The Climb" [La escalada] que es la versión que Anatoli Boukreev le contó a un norteamericano de nombre G. Weston De Walt sobre el desastre de 1996 en el Everest. Boukreev se había molestado mucho por el modo en que fue retratado en "Mal de altura", motivo por el cual una parte importante de "The Climb" está dedicada a defender su actitud en el Everest, a poner en tela de juicio la versión de Krakauer y a difamarlo por falta de integridad periodística. Queda involucrado el escalador Reinhold Messner al cual acuden uno y otro para contar con su aprobación o no a las posturas enfrentadas. Según Boukreev, Messner asintió a que su actuación había sido la correcta. Según Krakauer, Messner grabó en una entrevista su opinión de que había sido un error subir sin oxígeno embotellado y abandonar a los clientes. Lo cierto es que ocho víctimas recuerdan que los hombres son muy pequeños ante las grandes dimensiones de la montaña y que la masificación del deporte y el dinero puesto en juego en estas expediciones comerciales, son factores desencadenantes de sus peligros reales.
Las víctimas: Doug Hansen, empleado de correos de Renton, Washington, murió en un agujero en la nieve con Rob Hall, guía de un grupo de Nueva Zelandia; estaban fuera del alcance de los socorristas. Scott Fischer, veterano guía de Seattle siguió a su grupo en el descenso, se sentó, agotado, y fue atrapado por la tormenta. Yasuko Namba, experimentada montañista japonesa, murió sin llegar a un refugio; el guía Andy Harris falleció al alejarse de un campamento. Tres policías de la frontera Indo-Tibetana, Tsewang Paljor, Dorjee Morup y T. Samania, desaparecieron después de escalar la empinada cara norte. Los sobrevivientes: Makalu Gao, un fotógrafo taiwanés, ascendió a la cumbre y luego se rezagó en el descenso. Pasó la noche junto a Scott Fischer, con sus manos demasiado heladas para operar su radio portátil. Un equipo de rescate lo trasladó al campamento. Charlotte Fox se abrazó durante horas con su novio, Tim Madsen, y su compañera Sandy Hill Pittman, hasta que un valiente montañista ruso los asisitió en los últimos cien metros hasta un refugio. Seaborn Beck Weathers yació inconsciente tres o cuatro horas en una pendiente, luego se levantó y consiguió volver al campamento. Él y Gao fueron sacados de la montaña en un helicóptero.(Fuente Newsweek 29/05/96)
Texto extraído de la revista Al Borde, escrito por Mauricio Fernández