Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Reflexiones. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de julio de 2009

El honor en el Montañismo

El otro dia indagando por internet encontre este articulo de Cesar Perez de Tudela que me parecio interesante y me gustaría compartir con todos.


El honor es un sentido de respeto hacia nosotros mismos. Es un patrimonio del ganado con el digno ejercicio de la vida.

El honor incide en ella y ésta es la esencia misma del .

El alpinismo, grande o menos grande, siempre es un juego trascendental, sea cual sea la importancia de la actividad. No importan quizás tanto las llamadas como la lucha del hombre contra nuestra propia debilidad, siendo por tanto accesible a todas las del hombre en la montaña.

Es admirable la destreza de un que escala solo en una pared dolomítica, pero también lo es la actitud de un modesto principiante que lucha arriesgándose sobre una pequeña escalada.

El es esa cualidad moral de respeto hacia uno mismo que surge tras la limpia acción del juego alpino, siempre ideal y nunca materializado.

Es la gloria derivada de los buenos hechos. Es la honestidad del joven inexperto que quizás tiembla en el paso acrobático. Es al fin el crédito personal frente a los demás por hechos justos y personales. Siempre es una dignidad lograda con mérito, esfuerzo y riesgo.

Por ello sé que todos los alpinistas, por el mero hecho de serlo son depositarios de .

Esa cualidad moral que nosotros mismos nos ocupamos demasiado frecuentemente en negar a nuestros compañeros, para menosprecio de esta fascinante actividad, que por su esencia es también dramática en algunos momentos.

En mi reciente libro publicado por la Editorial Desnivel "Crónica Alpina de España" afirmo en sus "Conclusiones" que tributo un sentido homenaje de admiración y respeto a tantos cientos, quizás miles de nombres, todos aquellos vivos o muertos, que practicaron el alpinismo. Siento verdaderamente la importancia de su lucha y de su esfuerzo, admiro los cuantiosos sufrimientos que el alpinismo lleva en si, esfuerzo generoso para que cada uno pueda ganar su propia dimensión y gloria.

El alpinismo, la escalada, las vivencias de la montaña, las situaciones de la altitud, las alucinaciones propias de hipoxia, la realidad de las situaciones limite, los extremos agotamientos, tantos peligros frecuentes que significan en casi todos los casos, esa lucha del hombre para lograr su propia trascendencia, esa aproximación a lo que muchos intentamos realizar.

Es cierto que algunos de los en momentos de pasajera juventud, cuando todavía no se han alejado de la ignorancia, tienen un excesivo.

No es menos cierto que los éxitos, sobre todos los que concede el gran público, normalmente superficial y poco conocedor de la , nos hacen confiados y estamos próximos a perder la , esa virtud de los grandes, y en ocasiones todos somos agriamente críticos e injuriadores. Yo lo se bien por mi historia.

Entonces al ejercer el rencor, la envidia o la fácil presunción sin elegancia es cuando hemos perdido nuestra honda dimensión

Nunca es buena la arrogancia en las cimas.

La vida de un alpinista es siempre apasionante, desde el que practica unos años al que no ha dejado elante el abismo durante medio siglo; pero también un que puede fácilmente convertirse en tragedia.

"Una avalancha le arrastró hasta el borde negro y hondo de un grieta... varias piedras de gran tamaño cayeron rozándole la cabeza mientras escalaba... subiendo los precipicios de hielo temía el resbalón que le precipitaría en el abismo... sintió como se apretaba contra la roca cuando los rayos le rodeaban con sus impresionantes descargas sobre una repisa..."

Una simple lesión puede ser la muerte. Las posibilidades de ayuda, ajenas a ti mismo son casi siempre inexistentes...

La lección de esta vida llena de altura y belleza, es haber ganado la al perseguir las ilusiones y haber aprendido a vivir y también a .

Este cronista de la que no ha cesado de ir en pos de las cimas en cincuenta años, que sabe de la zozobra íntima de la fascinación de la escalada, no la escalada del ayer pretérito, sino de ayer mismo, viéndose inseguro sobre una lisa placa de granito, mirando hacia el y teniendo que decidirse hacia la de los pasos crispados, sabe lo que representa la que acompaña al con la firme voluntad de superación, hasta por fin llegar al lejano .

Una vida de peligros, un recital de vivencias, lejos de los confines de la vida normal, por encima de la Tierra, para tener la sensación extraordinaria de estar absolutamente vivo y lleno de honor.

El descrédito y el deshonor, a través de juicios rencorosos, que algunos se encargan de crear ante la reducida de compañeros del ideal, basándose en conveniencias, rencores o rivalidades viles, hace perder al su dimensión trascendente, asimilándole peligrosamente a tantas otras aficiones y practicas de vida carentes de valores, aunque sean aplaudidas por la multitud.

La elegancia y la generosidad de juicios, junto a la humildad, enaltece nuestra vida y nos concede a cada uno de nosotros esa posibilidad de ser aquellos que deseamos ser como un sueño de juventud.

Vida apasionante, un drama como es la vida misma, repetidas tragedias de otros y aún de nosotros mismos.

¿En que otra actividad mítico-deportiva hay tanta vida cerca de la muerte?

Muerte o tragedia qué a todos puede afectarnos.

¿No tenemos la conciencia clara sobre la inmaterialidad del ideal, de la actitud místico-poética del alpinismo, metafísica del misterio que cada uno de nosotros llevamos en el hondón del alma?.

Repito mi respeto más absoluto hacia todos los que practicaron y los que ejercen la escalada y el alpinismo, vivos o muertos. Siento hacia ellos una profunda admiración y se que en su interior está ese ganado con sufrimientos, con espíritu de lucha y superación, mezclado con la confusa alegría en la zozobra de la paz ganada en la cima, la cumbre del ideal.

Pequeños personajes, excesivos . Nunca es buena la arrogancia en las cimas.

Quizás declinemos algo en nuestra actividad con el paso del tiempo que influye en el cuerpo ¿Pero declina el alma?.

Si Dios así lo permitiera querría alcanzar cien cumbres más: El Erebus, el Puntiagudo, el Robson... Volver como tantas veces al Mont Blanc y quizás a la asfixia extraordinaria del Himalaya tras las invasiones de tantas generaciones que me fueron sucediendo... ¿Me llegaran las fuerzas? ¿Mi gastado corazón soportará tantos esfuerzos y emociones? Seguiré elevándome sobre el miedo y agradeciendo siempre a Dios y a la naturaleza creada, ese ánimo y ese que nos instala firmemente en nosotros mismos.

Cada vez tengo más claro que las cimas son los de la ilusión, fuente de la juventud permanente. Hasta hoy mismo mi vida me resulta fascinante: soy quién quise ser de niño, cuando la pureza estaba lejos de la materialidad. Mis capítulos de vida extrema, en verdaderas situaciones límite, a veces pienso que sin paragón en la historia del alpinismo, hechos que me instalan firmemente en mi mismo, en el sentido de la paz, contento con mi destino que comporta y suerte al mismo tiempo. ¿Acaso no he fracasado varias veces en el mismo Everest?.

Yo noto la imperiosa necesidad de agradecer a Dios, a quien si no, mi vida excelsa y aventurera de explorador de montañas; de ser quien soy, en paz conmigo y dispuesto a seguir subiendo, pero sabiendo que no hubiera en tantas pasadas aventuras sin su ayuda. Yo solo nunca habría podido seguir vivo.

A veces, en estas últimas semanas, cuando me encuentro en lo alto de una montaña dispuesto a salir volando colgado de mi veo abajo los campos cárdenos del miedo y entonces me invade la torpeza que suele ser mi compañera. Cuando supero esa congoja salgo a lo sintiendo los bandazos del aire, y entre los violentos zarandeos del viento no tengo más remedio que volver a dar las gracias a Dios, el gran y supremo misterio, quien ha permitido que un ser tan débil y desvalido como yo pueda vivir la gran aventura de ver las cimas desde lo alto.

En 50 años de vida fascinante he de decir con , como el capitán Alonso de Contreras: .


Cesar Perez de Tudela



viernes, 1 de mayo de 2009

Reflexiones sobre como ascender montañas...

Escoge la montaña que tu deseas subir: y no te dejes llevar por los comentarios de los demás, que dicen "esa es más bonita", o "aquella es más fácil". Vas a gastar mucha energía y entusiasmo en alcanzar tu objetivo, y por lo tanto sos vos el único responsable y debes estar seguro de lo que estás haciendo.



Sabe como llegar frente a ella: muchas veces vemos la montaña de lejos, hermosa, interesante, llena de desafíos. Pero cuando intentamos acercarnos, ¿qué ocurre? Que esta rodeada de rutas, que entre vos y tu meta se interponen bosques, que lo que parece claro en el mapa es difícil en la vida real. Por ello, intenta todos los caminos, todas las sendas, hasta que por fin un día te encuentres frente a la cima que pretendes alcanzar.

Aprende de quien ya caminó por allí: por más que te consideres único, siempre habrá alguien que tuvo el mismo sueño antes que vos, y dejó marcas que te pueden facilitar el recorrido; lugares donde colocar la cuerda, picadas, ramas quebradas para facilitar la marcha. La caminata es tuya, la responsabilidad también, pero no olvides que la experiencia ajena ayuda mucho.


Los peligros, vistos de cerca, se pueden controlar: cuando empieces a subir la montaña de tus sueños, presta atención a lo que te rodea. Hay barrancos, claro. Hay hendiduras casi imperceptibles. Hay piedras tan pulidas por las tormentas que se vuelven resbaladizas como el hielo. Pero si sabes dónde pones el pie, te darás cuenta de los peligros y sabrás evitarlos.


El paisaje cambia, así que aprovéchalo: claro que hay que tener un objetivo en mente: llegar a lo alto. Pero a medida que se va subiendo, se pueden ver más cosas, y no cuesta nada detenerse de vez en cuando y disfrutar un poco del panorama de alrededor. A cada metro conquistado, puedes ver un poco más lejos; aprovecha eso para descubrir cosas de las que hasta ahora no te habías dado cuenta.


Respeta tu cuerpo: sólo consigue subir una montaña aquél que presta a su cuerpo la atención que merece. Vos tenes todo el tiempo que te da la vida, así que, al caminar, no te exijas más de lo que puedas dar. Si vas demasiado deprisa, te cansarás y abandonarás a la mitad. Si lo haces demasiado despacio, caerá la noche y estarás perdido. Aprovecha el paisaje, disfruta del agua fresca de los manantiales y de los frutos que la naturaleza generosamente te ofrece, pero sigue caminando.


Respeta tu alma: no te repitas todo el rato "voy a conseguirlo". Tu alma ya lo sabe. Lo que ella necesita es usar la larga caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte, alcanzar el cielo. De nada sirve una obsesión para la búsqueda de un objetivo, y además termina por echar a perder la escalada. Pero atención, tampoco te repitas "es más difícil de lo que pensaba", pues eso te hará perder la fuerza interior.


Prepárate para caminar un kilómetro más: el recorrido hasta la cima de la montaña es siempre mayor de lo que pensabas. No te engañes, ha de llegar el momento en que aquello que parecía cercano está aún muy lejos. Pero como estás dispuesto a llegar hasta allí, eso no ha de ser un problema.


Alégrate cuando llegues a la cumbre: llora, bate palmas, grita a los cuatro vientos que lo has conseguido, deja que el viento allá en lo alto (porque allá en la cima siempre hace viento) purifique tu mente, refresca tus pies sudados y cansados, abre los ojos, limpia el polvo de tu corazón. Piensa que lo que antes era apenas un sueño, una visión lejana, es ahora parte de tu vida. Lo conseguiste.

Haz una promesa: aprovechas que has descubierto una fuerza que ni siquiera conocías, y dite a ti mismo que a partir de ahora, y durante el resto de tus días, la vas utilizar. Y, si es posible, promete también descubrir otra montaña, y parte en una nueva aventura.


Cuenta tu historia: sí, cuenta tu historia. Ofrece tu ejemplo. Di a todos que es posible, y así otras personas sentirán el valor para enfrentarse a sus propias montañas.


Texto: Paulo Coelho